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miércoles, 22 de febrero de 2012

veinticinco de agosto

¿Y qué le voy a decir? Que me muero por tenerle cerca todos los días. Que diez horas no bastarían para cansarme de él y sus chorradas; no son suficientes para decirle que no es una persona más en este jodido mundo. Que me encantan sus ojos, su sonrisa, sí, su perfecta sonrisa, su forma de mirar, de caminar. Que a veces le mataría cuando se trae esos andares de chulito, y otras le ahogaría a besos.

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